abril 20, 2018

Bibliotecas y escuelas

Cuando la Red de Bibliotecas Rurales empezó a rescatar la sabiduría de las comunidades andinas, allá por los años ‘80, muchos nos criticaron, sobre todo porque usamos el lenguaje de la propia gente en nuestros textos.
– ¡Cómo es posible! ¿Campesinos que se atreven a producir libros? –decían.
Eran sobre todo algunos profesores que no querían nuestros libros en las escuelas porque “en esos textos hay muchos barbarismos”; así decían refiriéndose a la manera como hablamos del campo de Cajamarca.
Con los años –y con mucha paciencia– esta situación ha cambiado. Ahora son más bien muchos profesores y directores de las instituciones educativas quienes se interesan por este quehacer nuestro. O son los propios alumnos, cuando tienen que resolver sus tareas.
– Es imperativo permear la educación y la escuela –suele decir Alfredo Mires, nuestro Asesor Ejecutivo.
Sin embargo, aún hay mucho camino por andar.
Varios coordinadores nuestros son docentes. Tenemos convenios con escuelas en el campo y ahí, en las mismas instituciones educativas, bibliotecas rurales. Estamos coordinando nuestro trabajo con Institutos Superiores Pedagógicos e incluso tenemos solicitudes para un Plan de Lectura realmente acorde con la vida de las comunidades...
Son avances enormes y, como Red, estamos felices con estos desafíos. Pero sabemos que el camino es arduo y que somos pocos. Felizmente no tenemos la afición a desalentarnos.

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