Hace
poco menos de tres años tuvimos en nuestra casa comunal un gato que se llamaba
“Ñaupa”.
El
compañero paraba entre los libros; quizá solo nos hizo creer que leía, pero ese
ronroneo en medio de un libro abierto parecía el murmullo de un muchacho
leyendo.
En
noviembre del 2016 llegó “Palomo”: lo encontramos en la calle, malherido.
Él
nunca ha sido lector ni ha mostrado interés por la lectura, sobre todo desde
que hallamos –también botadito en la calle y hambriento– a “Plumo”, en el mes
de febrero.
Ya
vamos a hablar con ellos, a ver si hacen algo más que andar durmiendo.
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