El
pasado 26 de abril se llevó a cabo un conversatorio sobre las fiestas andinas, con
énfasis en “Pawkar Raymi” o florecer andino, organizado por la Asociación de
Promoción Cultural Apu.
Nuestro
compañero Alfredo Mires fue invitado como ponente y trabajó un desmontaje en
torno al concepto de fiesta, poniendo como ejemplo el trastocamiento en el que
han ido cayendo las celebraciones que estuvieron ancestralmente ligadas, por
principio, a la agricultura y al movimiento del cosmos:
“La hoy muy comercializada Fiesta de
Halloween no es más que mal un remedo de los antiguos rituales de la cultura
celta, que se celebraban por el final del verano en el norte de Europa, cuando
los animales eran recogidos de los campos y llevados a los establos para pasar
el invierno. En esta fecha, el dios celta Samhain permitía a las almas de los
muertos regresar a sus casas… Y como los difuntos podían apoderarse de los
cuerpos de los vivos para resucitar, los vivos ensuciaban las casas y las
cubrían de calaveras y máscaras que pudieran asustar a los difuntos y
desanimarlos de volver.
Esta suerte de transmutación también
ocurrió con la actual Semana santa: los antiguos romanos habían heredado, de
muchas otras culturas ligadas a la tierra, la Fiesta de Atis, el dios de la
vegetación, muerto y resucitado. Esto era desde mediados de marzo. El día 25
era la Fiesta de Hilaria, el día de la Alegría, en que se saludaba la llegada
de la primavera.
Para esa fiesta, la diosa Cibeles se
bañaba desnuda en el río llamando a la lluvia y a la fertilidad de los campos:
todos los celebrantes tenían que vestirse de colores e informalidades y carcajear
al celebrarla: la tierra estaba resucitando después de haber soportado el duro
invierno: los días empezaban a hacerse más largos que las noches.
La fiesta del mundo, en todo el mundo,
era una fiesta de la alegría: se la festejaba riendo”.
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