diciembre 29, 2019

El Desaliento

Este es un cuento que recogió –en las comunidades aledañas al río Marañón– el escritor peruano Ciro Alegría. Nuestro compañero Alfredo Mires realizó una breve adaptación para el nº 2 de nuestro libro “El Domador de Cuentos”:
Dicen que un día el diablo salió a vender males por la tierra. En ese tiempo, dicen, no había tanta variedad de males.
Con su costal al hombro el diablo iba por los caminos, vendiendo.
Los males estaban en polvo y los vendía empaquetaditos.
Había polvos con todos los colores de los males: ahí estaban la miseria y la enfermedad, la avaricia y el odio, la codicia y la opulencia, la ambición –que es muy mala cuando no es debida–, y así, de todos los males había.
Y entre esos paquetes había uno chiquito y con polvo blanco que era el mal del desaliento.
Así era que la gente iba a comprarle al diablo para hacerse el mal entre ellos mismos.
El diablo cobraba buen precio por todos, pero al paquetito con polvo blanco lo miraban nomás y nadie le hacía caso:
— ¿Qué pues es eso? —preguntaban por pura curiosidad. Y el diablo respondía:
— Es el desaliento.
Y la gente decía:
— ¡Ése no es buen mal! —y no lo compraban. Pero sí se llevaban varios paquetes de miseria, de codicia, así.
El diablo estaba molesto porque la gente no entendía lo que valía el mal. Y cuando alguien ya se animaba a comprar y preguntaba:
— ¿Cuánto?
El diablo respondía:
— Tanto —y era pues un precio muy alto, más caro que el de toditos los otros males. Ahí la gente se reía diciendo:
— ¡¿Qué?! ¿por ese paquetito que no es tan gran mal quiere cobrar tantísimo? Este diablo es muy diablo y nos quiere engañar…
Así es que vendió todos los males y el paquetito nadie lo quiso comprar porque era pequeñito y diciendo que el desaliento no era un buen mal. Pero el diablo decía:
— Con éste todos, sin éste ni uno.
¡La gente más se reía pensando que el diablo ya se había vuelto zonzo!
Entonces el diablo, con más cólera todavía y riéndose con mera risa de diablo, dijo:
— ¡Aquí les va! —y echó al viento todo el polvo blanco para que se extendiera por todo el mundo.
Y así fue que todos los males fueron porque ese mal es toditos los males.
Sólo hay que reparar para darse cuenta: si uno es afortunado y poderoso, pero cae desalentado por la vida, nada le vale. Y si es humilde y pobre, el desaliento lo pierde más luego todavía.
Así es como el diablo hizo mal a toda la tierra, pues sin el desaliento ningún mal podía atrapar a ningún hombre.
Y ya está instalado en el mundo, donde algunos más o donde otros menos; pero siempre llega y nadie puede ser bueno de verdad, pues no puede resistir como es debido la lucha fuerte del alma y el cuerpo que es la vida.
Ojalá que el desaliento no empuñe nunca todo nuestro corazón.

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