Este es un cuento que recogió –en las
comunidades aledañas al río Marañón– el escritor peruano Ciro Alegría. Nuestro
compañero Alfredo Mires realizó una breve adaptación para el nº 2 de nuestro
libro “El Domador de Cuentos”:
Dicen
que un día el diablo salió a vender males por la tierra. En ese tiempo, dicen,
no había tanta variedad de males.
Con
su costal al hombro el diablo iba por los caminos, vendiendo.
Los
males estaban en polvo y los vendía empaquetaditos.
Había
polvos con todos los colores de los males: ahí estaban la miseria y la
enfermedad, la avaricia y el odio, la codicia y la opulencia, la ambición –que
es muy mala cuando no es debida–, y así, de todos los males había.
Y
entre esos paquetes había uno chiquito y con polvo blanco que era el mal del
desaliento.
Así
era que la gente iba a comprarle al diablo para hacerse el mal entre ellos
mismos.
El
diablo cobraba buen precio por todos, pero al paquetito con polvo blanco lo
miraban nomás y nadie le hacía caso:
—
¿Qué pues es eso? —preguntaban por pura curiosidad. Y el diablo respondía:
—
Es el desaliento.
Y
la gente decía:
—
¡Ése no es buen mal! —y no lo compraban. Pero sí se llevaban varios paquetes de
miseria, de codicia, así.
El
diablo estaba molesto porque la gente no entendía lo que valía el mal. Y cuando
alguien ya se animaba a comprar y preguntaba:
—
¿Cuánto?
El
diablo respondía:
—
Tanto —y era pues un precio muy alto, más caro que el de toditos los otros
males. Ahí la gente se reía diciendo:
—
¡¿Qué?! ¿por ese paquetito que no es tan gran mal quiere cobrar tantísimo? Este
diablo es muy diablo y nos quiere engañar…
Así
es que vendió todos los males y el paquetito nadie lo quiso comprar porque era
pequeñito y diciendo que el desaliento no era un buen mal. Pero el diablo
decía:
—
Con éste todos, sin éste ni uno.
¡La
gente más se reía pensando que el diablo ya se había vuelto zonzo!
Entonces
el diablo, con más cólera todavía y riéndose con mera risa de diablo, dijo:
—
¡Aquí les va! —y echó al viento todo el polvo blanco para que se extendiera por
todo el mundo.
Y
así fue que todos los males fueron porque ese mal es toditos los males.
Sólo
hay que reparar para darse cuenta: si uno es afortunado y poderoso, pero cae
desalentado por la vida, nada le vale. Y si es humilde y pobre, el desaliento
lo pierde más luego todavía.
Así
es como el diablo hizo mal a toda la tierra, pues sin el desaliento ningún mal
podía atrapar a ningún hombre.
Y
ya está instalado en el mundo, donde algunos más o donde otros menos; pero
siempre llega y nadie puede ser bueno de verdad, pues no puede resistir como es
debido la lucha fuerte del alma y el cuerpo que es la vida.
Ojalá
que el desaliento no empuñe nunca todo nuestro corazón.
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