Estamos pasando
por una etapa difícil. También es un llamado para valorar la vida y para dar
gracias por todo lo que nos heredaron nuestros abuelos.
Es un tiempo
para reflexionar acerca del modo como nos comportamos con nuestra querida
tierra, cuánto valoramos las costumbres y el trabajo de nuestros hermanos en el
campo. No es una cuestión de palabras: es vivir y hacer vivir la comunidad.
A inicios de
marzo tuvimos la Asambea de nuestra Red, preocupados por revisar nuestros
andares, pero también con la intención de disfrutar el reencuentro, esa magia
de sabernos hondamente unidos y cuidados como familia y comunidad.
Fue como siempre
muy agradable contar con la presencia de bibliotecarios y coordinadores, que
llegaron desde muy lejos trayendo el ánimo vivo y con mucho orgullo lo que
producen sus chacritas, para compartir todos juntos.
Que ese encanto
refinado permanezca siempre, grato como el sabor de las papas y los ollucos;
graneado como el arroz, el café y el trigo; delicioso como el cacao y los
tomates; luminoso como el maíz y las naranjas; tierno como el pan y los
quesillos.
Que nos siga
poblando la humildad de la sabiduría; que el contagio sea del buen portador de
sueños y certezas, para despertar siempre laboriosos y bellos.
Gracias a todos
los comuneros; gracias a nuestro compañero Alfredo por su optimismo, por darnos
clases reales de hermandad, por hacernos comprender que no somos nadie si no
somos capaces de comprender y ponernos en el lugar de los otros.
«Que
la tierra y el resuello de nuestros abuelos nos cuiden siempre. Que sigamos
compartiendo y sobrellevando los desafíos en el camino, siempre».
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