Hace
algunas semanas vi una publicación en una red social, tenía una cita que me
llamó la atención, era un poco extraña y estaba atribuida a un texto extraído
de uno de mis libros favoritos: “El Principito”. Me incomodó no reconocer dicha
cita, no recordarla, pese a haber leído el libro muchas veces. Entonces tomé el
libro y lo volví a leer con mucho cuidado para ubicar el texto citado, y no lo encontré.
Además, tanto el mensaje como el lenguaje parecían más bien sacados de esas
frases que se inventan “al paso” para salir de algún apuro.
Al
respecto, y no solo haciendo referencia a textos literarios sino también
históricos, en una conferencia acerca de las culturas originarias, nuestro
compañero Alfredo Mires mencionaba otras omisiones y distorsiones que se van constituyendo
en terribles errores y nos impiden conocer la verdad de cómo suceden los
acontecimientos. Por ejemplo, dice:
La historia oficial está llena de vergonzosas
omisiones, de cobardes ambigüedades y de horrendas distorsiones.
Pero, además, en estos días, circulan datos como este:
“Querido Sancho:
Compruebo con pesar, como los palacios son ocupados por gañanes y las chozas
por sabios. Nunca fui defensor de los reyes, pero peores son los que engañan al
pueblo con trucos y mentiras, prometiendo lo que saben que nunca les darán.
País este, amado Sancho, que destrona reyes y corona piratas, pensando que el
oro del rey será repartido entre el pueblo, sin saber que los piratas solo
reparten entre piratas”.
Esto es falso: no está en la obra de Cervantes: es un
bulo. [Un bulo es “una falsedad articulada de manera deliberada para que sea
percibida como verdad. El anglicismo hoax (farsa), con el que también es
conocido, se popularizó en español al referirse a engaños masivos por medios
electrónicos, especialmente Internet” (…) “BULO = porquería, palabra caló
(calé, zincaló o romaní ibérico), lenguaje de los gitanos españoles"].
Me
comentaba también uno de mis hijos que, al leer libros que han sido llevados al
cine, encuentra muchas diferencias, no solo en reducción del contenido -lo cual
se entiende por un tema de tiempo-, sino de cambios en las tramas, en escenas y
en otros aspectos que le restan delicia a los textos originales. Y siempre es
una pena saber de libros que tienen tanto por mostrar y que se desconocen
porque solo se ve lo que la película elige.
En
nuestras Bibliotecas Rurales de Cajamarca siempre decimos que es mejor leer el
libro antes de ver la película. Acá, nos dejamos “domesticar” (esta palabra sí
está escrita en “El Principito”) por los libros. Y queremos seguir “creando
vínculos” con ese ser maravilloso al que podemos palpar, deshojar, abrazar,
leer y releer cuantas veces nos sea posible. Y este vínculo libro-lector es
indispensable para no dejarnos engañar por los famosos “bulos” de las redes
sociales, para conocer esos datos que la historia oficial nos oculta, y también
para imaginar naturalmente todas las escenas que podemos encontrar en cada
página de un libro y son imposibles de realizar para cualquier película. A
veces, cuando escuchamos comentarios como “ese libro es muy bueno, merece ser
llevado al cine, ojalá se anime algún productor”, pensamos si no sería mejor
decir “Ojalá lo lea mucha gente, antes de que sea llevado al cine”.
Lola Paredes
1 comentario:
Totalmente de acuerdo, Lola. Abrazos, Charo.
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