“Hay una palabra muy bonita que se llama coherencia. Uno es coherente cuando dice lo que piensa y hace lo que dice. Una persona derecha es correcta en todo, con todos y frente a todos.
Pongamos por ejemplo que alguien viene a destruir nuestra tierra. Una persona derecha, ¿no defendería los derechos de la naturaleza?
Porque podría ser que alguien funge de derecho defendiendo con palabras, pero a la hora que explotan al campesino o atentan contra la tierra, se queda calladito nomás. Ahí ya no es derecho. Eso es ser inconsecuente.
Uno toma posición ahora y después y en cualquier circunstancia. Eso es ser consecuente.
Una persona derecha tiene posición. Eso es lo que nos han enseñado nuestros abuelos en el campo.
Pero: ¿Y eso cómo se aprende?, ¿en la escuela hay un curso que se llame “Ser derecho”? No. ¿En la universidad le enseñan a uno a ser derecho?: No. Entonces: ¿cómo y dónde se aprende ese derecho?, ¿cómo se aprende a ser derecho en medio de una realidad descompuesta en la que las autoridades roban, los influyentes son corruptos, los educados son ignorantes, los haraganes exigen, los que progresan destruyen, los que delinquen se ufanan, los que respetan son lerdos y los que mienten gobiernan?
No hay un bautizo de derechitud, no hay graduación ni diplomatura en derechez. No hay ceremonia de confirmación, a los catorce años, para proclamar que una persona es derecha. Ese examen de corrección nos lo toma la vida a cada instante.
Una persona que puede considerarse derecha, aunque tenga ochenta años puede correr el riesgo de ladearse: «El viejo se torció», podrá decirse entonces. Se torció: se salió de su camino…
Ser derecho no es un título: es una virtud y una templanza que se adquiere en la práctica incesante y en la consecuencia inagotable.”
Alfredo Mires
en: El derecho a la esencia
Pongamos por ejemplo que alguien viene a destruir nuestra tierra. Una persona derecha, ¿no defendería los derechos de la naturaleza?
Porque podría ser que alguien funge de derecho defendiendo con palabras, pero a la hora que explotan al campesino o atentan contra la tierra, se queda calladito nomás. Ahí ya no es derecho. Eso es ser inconsecuente.
Uno toma posición ahora y después y en cualquier circunstancia. Eso es ser consecuente.
Una persona derecha tiene posición. Eso es lo que nos han enseñado nuestros abuelos en el campo.
Pero: ¿Y eso cómo se aprende?, ¿en la escuela hay un curso que se llame “Ser derecho”? No. ¿En la universidad le enseñan a uno a ser derecho?: No. Entonces: ¿cómo y dónde se aprende ese derecho?, ¿cómo se aprende a ser derecho en medio de una realidad descompuesta en la que las autoridades roban, los influyentes son corruptos, los educados son ignorantes, los haraganes exigen, los que progresan destruyen, los que delinquen se ufanan, los que respetan son lerdos y los que mienten gobiernan?
No hay un bautizo de derechitud, no hay graduación ni diplomatura en derechez. No hay ceremonia de confirmación, a los catorce años, para proclamar que una persona es derecha. Ese examen de corrección nos lo toma la vida a cada instante.
Una persona que puede considerarse derecha, aunque tenga ochenta años puede correr el riesgo de ladearse: «El viejo se torció», podrá decirse entonces. Se torció: se salió de su camino…
Ser derecho no es un título: es una virtud y una templanza que se adquiere en la práctica incesante y en la consecuencia inagotable.”
Alfredo Mires
en: El derecho a la esencia
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