Aquí en la
sede central de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, desde hace semanas
ya leemos en familia para animar las tardes, tomar café, escuchar y viajar.
Empezamos con un libro de Luis Sepúlveda: ‘Un viejo que leía novelas de amor’ y
con él fuimos hasta la selva amazónica y estuvimos con los Shuar.
Luego, de la
mano de ‘Me llamo Gandhi’, viajamos a la India con el Mahatma o Alma grande;
fuimos con él a Londres y a Sudáfrica, estuvimos en la Granja Fénix y nos
unimos a su lucha no violenta; nos aliamos a su torno de hilar para demostrar
la independencia; estuvimos en la cárcel y morimos con él el 30 de enero de
1948.
Con Emilio
Salgari fuimos ‘Los desterrados de Siberia’, viajamos con quienes fueron
acusados de ser nihilistas y condenados a estar presos en la Siberia; entre los
cosacos guardia del Zar, la taranta (coche rígido con ruedas), el río Yenesei y
el Irtich, las cadenas de los presos y un sin número de referencias geográficas
y paisajísticas siberianas, sentimos el frío y el hielo, el cansancio, el
peligro, la esperanza y el amor.
Despues, a
través de ‘Warma Kuyay’, de José María Arguedas, volvimos a los paisajes
andinos del Perú, el cerro Chawala, las paca-pacas, el charango, las coplas de
amor y de desamor, vimos el poder abusivo del hacendado Froylán y comprendimos
el significado y la hondura del amor del pequeño Ernesto.
Anduvimos por
montón de lugares a través de los relatos de Eduardo Galeano en su libro
‘Mujeres’, textos que resaltan la voz y la acción de compañeras que por su
entereza y vuelo han hecho historia y proceso. En Nicaragua, en la dictadura de
Somoza, con Luz Marina, la maromera o Mónica Baltodano, la comandante de las
luchas sandinistas; en Bogotá con Patricia Ariza, artista colombiana que “estaba en la lista de los condenados por
pensar en rojo y en rojo vivir”; recorrimos el río Amazonas con las
Conlapayaras; con Nanny, lideresa de la comunidad cimarrona en su lucha
contraesclavista en Jamaica, y con muchas otras mujeres y muchas otras
historias y contextos de pánico, guerra, de dictaduras y violencia, caminos sinuosos
del amor y la libertad.
Con el
terrible relato de Julio Ramón Ribeyro, ‘Los gallinazos sin plumas’, vivimos la
historia de Pascual, el cerdo; el abuelo; Pedro el perro y Efraín y Enrique, y
nos dimos cuenta, una vez más, del desamparo y el sufrimiento de muchos que
husmean los rincones de los desperdicios y basurales de las ciudades de hoy.
Por ahora, aún continuamos en viaje por Alemania, con el libro ‘Krabat y el molino del diablo’, de Otfried Preussler, entre aprendices de magia negra, amistad y suspenso, pasan nuestros días y nuestros vuelos a otros lugares, a mil personajes, a muchas historias y geografías, ¡a muchos aprendizajes!
Gracias a la familia de Bibliotecas Rurales, pues la magia de estar aquí es justamente estar juntos.
Por ahora, aún continuamos en viaje por Alemania, con el libro ‘Krabat y el molino del diablo’, de Otfried Preussler, entre aprendices de magia negra, amistad y suspenso, pasan nuestros días y nuestros vuelos a otros lugares, a mil personajes, a muchas historias y geografías, ¡a muchos aprendizajes!
Gracias a la familia de Bibliotecas Rurales, pues la magia de estar aquí es justamente estar juntos.
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