Quiero
contar algo, no por lo que me dijeron sino porque lo estoy viviendo
directamente, lo estoy viendo con mis ojos y mente en nuestra zona rural, de
nuestros territorios, que engloba a todo lo que existe.
Es
de los cambios que se van presentando en forma aceleradísima, del amor por los
suelos, por la producción, por querer a nuestras chacras y nuestras casitas de campo,
sin diferencia de edades. Todos los que procedemos de la zona rural, al menos
de Bambamarca, le estamos dando importancia a nuestras raíces de procedencia,
de todas nuestras costumbres. Y muchos estamos recuperando lo que de mala
manera lo habíamos abandonado u olvidado.
Nosotros
los campesinos que, en los últimos tiempos, estábamos empezando a ser más
urbanos –por sus atractivos de modas, farmacias cercas o servicios más
mediáticos, por no querer caminar mucha distancia–, ahora con el Coronavirus
nos está haciendo cambiar la mirada a nuestra realidad y a amarlo más a nuestra
naturaleza, y que el dinero no es todo ni menos el individualismo.
En
los presentes días no solo hablamos, sino estamos con la idea de la importancia
de la minga (el trabajo colectivo y voluntario) en nuestros trabajos, y
hablamos de intercambiar productos y de poner en actividad nuestras
herramientas agrícolas con nuestros brazos. ¡Y arriba nuestros campos, nuestra
chacra, nuestra comida, nuestras plantas medicinales, que nos enseñaron
nuestros abuelos!
Hemos
reforzado especialmente con nuestra juventud, que ahora ve los horizontes de
nuestra chacra, aunque sean de poca área.
Con
esto no quiero alarmar nada, sino es que ahora cuántos emigrantes están
preocupados por regresar a su lugar de origen.
Hablo
esto no para vanagloriarme, sino es para ver de manera positiva la problemática
que nos toca enfrentar, que no sabemos hasta cuándo será ni las consecuencias
que nos traerá con los cambios.
¡Qué
interesante!
Lino Gálvez Blanco,
Comunidad de El Ahijadero, Bambamarca
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