abril 24, 2020

Un viejo que leía novelas de amor

Este es el título de una novela escrita por Luis Sepúlveda, quien falleció con el Coronavirus este pasado 16 de abril.
Los protagonistas y ejes de esta maravillosa novela son muchos: el pueblo indígena Shuar, la inmensa e impenetrable Amazonia que, pese al machete del colono, siempre “volvía a crecer con vigor vengativo”; El Idilio como lugar del estar; los ríos Nangaritza, Zamora, Yacuambi, el puerto fluvial El Dorado; un dentista con nombre sonoro (Rubicundo Loachamín); las novelas de amor y el sabio Antonio José Bolívar Proaño, quien bien ilustra aquella intensa pasión por “apropiarse de las palabras”, por buscar comprender las tramas de esas letras que se leen una y otra vez.
Y, aún más, es la historia de una tigrilla a quien los ignorantes blancos le mataron sus crías e hirieron mortalmente al macho. Ella ocupa de principio a fin el sonar de una sabiduría, de un ethos o forma de vida, de un trinar, de un sonido, de un silencio, de una hondura que sólo es vista, sentida, olida, palpada y degustada por almas conectadas con el cantar imperioso de la selva.
Con bella voz y fuerza llegaron a nuestros corazones estas líneas de Luis Sepúlveda que, a pocos días de conocerlo, a través de su novela, se fue a habitar el mundo de los muertos, el mundo de los inmortales.

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