Cada 1º de agosto los pueblos andinos, antes de comenzar el ciclo agrícola, realizan ceremonias a la Pachamama, se le agradece por todos sus regalos y se le venera por ser fuente de vida: alimento, agua y hermanamiento con todos los seres que habitan nuestro entorno.
Aquí en la
Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca tenemos este ritual reverencial como
acto de inicio de todas nuestras andanzas: cuando empezamos una Asamblea o un
encuentro de capacitación, una presentación de libros; cuando iniciamos un
círculo de lectura o cuando visitamos a nuestros apus o a nuestras lagunas. La
ofrenda a la tierra es uno de nuestros esenciales rituales para sabernos
vinculados a nuestra tierrita, a nuestros difuntos y a nuestras montañas
sagradas. Es decir ‘vivimos en agosto’, porque recordando y viviendo nuestras
tradiciones andinas sentimos que sí podemos continuar en medio de la
desmemoria, el consumismo y las injusticias de un sistema que no sabe de
gratitud y vínculo, de ayllu y de amores.
El
mundo andino está hecho de sabiduría y entusiasmo, de sacralidad y respetos.
Aquí aprendí a ofrecer un poco de vino, cerveza o aguardiente a la Tierra;
hecho que describe José María Arguedas en su libro Todas las sangres: “Cinco comuneros derramaron unas gotas sobre
la palma de su mano para no mojar la alfombra, y soplaron las gotas de coñac
esparciéndolas en el aire. De este modo hacían participar en el brindis a los
dioses montañas”.
También
aprendí a hacer mi bolito de coca como el más genuino ritual para conversar,
hacer un rescate o simplemente para estar con todos en comunión.
Hace poco
Alfredo, nuestro maestro y compañero, me explicó lo siguiente: “El kinto
(también kintu o cocakintu) es un manojito o ramillete especial de hojas de
coca. Por lo general se hace con tres hojitas (aunque también puede hacerse con
dos o cuatro) seleccionadas como las más “bonitas” o enteritas. Es una ofrenda
de inicio, pero también es una señal de muy alto y sentido saludo, respeto,
cariño o reconocimiento. Normalmente va acompañada del pukay (o pokuy = soplo,
resuello, aliento), ates de entregarlo. Por eso, cuando nos ‘armamos’ (ponemos
el bolo de coca), antes de meter las hojas a la boca o hacer nuestra ofrendita,
le hablamos y damos nuestro resuello. Esito”.
Este mes de
agosto hice entonces, a diario, mi paguito a los cerros, y con ello a todo el
mundo andino que me ha enseñado las mejores y más importantes lecciones para
una vida buena, dulce, repleta de sentido y sacralidad.
Sea esta la
oportunidad para agradecer a esta “chacra” inmensa de la Red de Bibliotecas
Rurales, a todas las familias bibliotecarias por sus enseñanzas, por su sabiduría
y, sobre todo, por el cariño, la alegría y la fuerza que conforma sus inmensas
almas.
Nathalia
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