Las
Bibliotecas Rurales de Cajamarca
A
la memoria de Fr. Gerardo Prince St. Onge, tan presente.
Los tiempos modernos solo dan la impresión de ser modernos y nos hacen
creer que vivimos en el futuro. Pero las antiguas injusticias prevalecen; la
iniquidad sigue ahí, aunque no queramos verla.
Hay palabras que por aquí andan de moda hace bastante tiempo: desarrollo, competitividad, éxito, emprendimiento, empoderamiento, aceleración, celebridad, etc. Y hay otras palabras cuyo uso va resultando anticuado: pobreza, hambre, explotación, amor, solidaridad, fraternidad, espíritu, etc.
Hay palabras que por aquí andan de moda hace bastante tiempo: desarrollo, competitividad, éxito, emprendimiento, empoderamiento, aceleración, celebridad, etc. Y hay otras palabras cuyo uso va resultando anticuado: pobreza, hambre, explotación, amor, solidaridad, fraternidad, espíritu, etc.
Pero escondiendo las palabras no se liquidan las realidades. Porque
pobres sigue habiendo y porque de hambre se sigue muriendo y porque amor sigue
faltando. El dolor de los que sufren no se alivia tapándoles la boca ni
volteándonos los ojos.
Y nunca como hoy –cuando la continuidad de la especie humana y la
naturaleza están en riesgo– resulta más vergonzosa la competitividad o la
celebridad, cuando lo que requiere el mundo es mancomunidad.
Por eso seguimos caminando con nuestras Bibliotecas Rurales de
Cajamarca, porque los libros también pueden ser el pan que nutre nuestros
recuerdos y nuestros anhelos; redescubrir las palabras y escribirnos con la
tierra es una forma de construir el mañana sin tener que tropezar tantas veces
con la misma piedra.
Leer es decantar y discernir, atraer el mundo y proyectarse al mundo. Y
en eso andamos ya hace 50 años, tratando de comprender y desaprender. No es un
camino vacío: somos una organización independiente y no nos guía una ideología
ni nos mueve una recompensa. Somos comunidad, somos familia. Somos hijos de la
memoria marginada y de la historia despreciada y de los sueños perseguidos. Y
aprendemos de los más humildes, desde la prodigiosa presencia de aquellos a los
que la sociedad no valora y no toma en cuenta.
Alfredo
Mires Ortiz
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