octubre 26, 2020

Bibliotecas comunitarias de América Latina

La Escuela de Mediadores de la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Bogotá —BIBLORED—, de Colombia, propició de nuevo una bonita reunión entre los bibliotecarios de este hermano país y nuestro Asesor Ejecutivo Alfredo Mires Ortiz, para conversar sobre bibliotecas, redes, comunidad. Aquí reseñamos algunas de las principales ideas de la conversa.
Bibliotecarios de Latinoamérica
Para este importante eje, Alfredo recordó algunos elementos que nos juntan en tanto pueblos latinoamericanos, también “para recalcar qué es más lo que nos junta que lo que nos separa”. “América Latina puede preciarse de tener una portentosa raíz común; un fantástico paisaje diverso guiado por las montañas de los Andes; una historia temeraria con los mismos despotismos y similares rebeldías; y una utopía con la que aún seguimos galopando”. Es decir, tenemos una fuente común y latente, el color del alma es el mismo y por tanto nos vinculamos a través de la naturaleza que nos da el pálpito.
Recordó las palabras del escritor colombiano Gabriel García Márquez quien resumió magistralmente la singularidad de nuestros pueblos. Gabo en una Proclama titulada “Por un país al alcance de los niños”, leída en el Palacio de Nariño, en 1996, dijo que hasta antes de la llegada de los invasores, este nuestro pueblo: “No tenía una noción de Estado, ni unidad política entre ellas, pero habían descubierto el prodigio político de vivir como iguales en las diferencias”, y que –unos años más tarde–, “el mestizaje era ya una fuerza demográfica incontenible. Los miles de esclavos africanos, traídos a la fuerza para los trabajos bárbaros de minas y haciendas, habían aportado una tercera dignidad al caldo criollo, con nuevos rituales de imaginación y nostalgia”.
Trabajo en Red
Alfredo enfatizó en el significado de la palabra en quechua suq es uno, pero al mismo tiempo significa otro, por tanto, nosotros somos los demás, yo soy el otro, somos comunidad. Trabajamos en red porque así somos, o mejor, así deberíamos ser. Agregó que: “Si leer es una forma de enhebrarse con el mundo, enhebrados sabemos mejor para qué leemos, para qué estamos en esta tarea. Cuando hablamos de Red se trata de un hilo conductor, se trata de nudos, se trata de diferentes colores y texturas, pero es la misma hilaza. Una Red es una búsqueda diversa y plural del sentido, del camino y del objetivo. Pero esto no sería posible sin un sentido de la gratitud y de la gratuidad. Por eso somos voluntarios: no caemos en la lógica de los beneficios, que en el fondo es la misma lógica que la de los suplicios… Hay una causa clara que nos impele y hay una aspiración que ya nos anda esperando”.
Trabajamos en Red para que los humildes andares que emprendamos sean una certeza y también una esperanza; para que la vida de los indefensos no siga siendo una desgracia”. El sentido de ser una red es que “estamos juntos, nos sabemos cercanos, empalmados, conectados, amparados y próximos”, y esto es una responsabilidad, una formidable incumbencia”.
También recalcó que para constituir una red es indispensable tener una concepción, saber cuáles son las banderas que nos capitanean; además de considerar el consenso, la confianza, la independencia, la disposición del colectivo para “mantener el río subterráneo” y siempre tener el temple para leer el contexto.
Un bibliotecario que lee en las raíces
Recalcó que “el bibliotecario no es un tramitador de expedientes, sino aquel que asume el desafío de leer y leerse en estas raíces, en estos paisajes, estas historias y estas utopías”.Somos bibliotecarios también para guarecernos y sobrecogernos y para desenmascarar y desenmascararnos”.
Bibliotelancias: las bibliotecas como ambulancias
“Hoy por hoy, ponernos a leer y ser bibliotecarios nos pone en apuros: es una de esas emergencias que requiere de todas las “bibliotelancias”, es decir, que todas las bibliotecas se acucien como ambulancias”.
Las bibliotecas que siembran ganas y libertad
“En el caso de las bibliotecas, se trata entonces –como cuando se cultiva los campos–, de sembrar las ganas de encontrarse con el libro y con la libertad de leerlo; de abonar el deseo de develarlo y la urgencia de compartirlo; de cosechar el ímpetu de gozarlo y el deslumbre de comprenderlo”.
El libro más antiguo: la tierra
“El libro más antiguo de todos es la tierra, donde están escritos los movimientos del tiempo y del viento, el canto de los árboles, los decires de las estrellas y del agua. Donde están escritos los caminos de la lluvia y de las semillas, las voces de los pájaros y de los pueblos, las montañas indomables y las tierras cultivadas. Leer la tierra, caminarla, recorrerla y conocerla, es la mejor manera de amarla y de aprender a respetarla”.

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