La Escuela de Mediadores de la Red Distrital de Bibliotecas Públicas
de Bogotá —BIBLORED—, de Colombia, propició de nuevo una bonita reunión entre
los bibliotecarios de este hermano país y nuestro Asesor Ejecutivo Alfredo
Mires Ortiz, para conversar sobre bibliotecas, redes, comunidad. Aquí reseñamos
algunas de las principales ideas de la conversa.
— Bibliotecarios de Latinoamérica
— Bibliotecarios de Latinoamérica
Para este importante eje, Alfredo recordó algunos elementos
que nos juntan en tanto pueblos latinoamericanos, también “para recalcar qué es más lo que nos junta que lo que nos separa”.
“América Latina puede preciarse de tener una portentosa raíz común; un
fantástico paisaje diverso guiado por las montañas de los Andes; una historia
temeraria con
los mismos despotismos y similares rebeldías; y una utopía con la que aún
seguimos galopando”. Es decir, tenemos una fuente común
y latente, el color del alma es el mismo y por tanto nos vinculamos a través de
la naturaleza que nos da el pálpito.
Recordó las palabras del escritor
colombiano Gabriel García Márquez quien resumió magistralmente la singularidad
de nuestros pueblos. Gabo en una Proclama titulada “Por un país al alcance de los niños”,
leída en el Palacio de Nariño, en 1996, dijo que hasta antes de la llegada de
los invasores, este nuestro pueblo: “No
tenía una noción de Estado, ni unidad política entre ellas, pero habían
descubierto el prodigio político de vivir como iguales en las diferencias”,
y que –unos años más tarde–, “el
mestizaje era ya una fuerza demográfica incontenible. Los miles de esclavos
africanos, traídos a la fuerza para los trabajos bárbaros de minas y haciendas,
habían aportado una tercera dignidad al caldo criollo, con nuevos rituales de
imaginación y nostalgia”.
— Trabajo en Red
Alfredo enfatizó en el significado de la palabra en quechua suq es uno, pero al mismo tiempo
significa otro, por tanto, nosotros
somos los demás, yo soy el otro, somos comunidad. Trabajamos en red porque así
somos, o mejor, así deberíamos ser. Agregó que: “Si leer es una forma de enhebrarse con el mundo, enhebrados sabemos
mejor para qué leemos, para qué estamos en esta tarea. Cuando hablamos de Red se trata de un hilo conductor, se trata de nudos,
se trata de diferentes colores y texturas, pero es la misma hilaza. Una Red es
una búsqueda diversa y plural del sentido, del camino y del objetivo. Pero esto
no sería posible sin un sentido de la gratitud y de la gratuidad. Por eso somos
voluntarios: no caemos en la lógica de los beneficios, que en el fondo es la
misma lógica que la de los suplicios… Hay una causa clara que nos impele y hay
una aspiración que ya nos anda esperando”.
“Trabajamos en Red para que los humildes andares que
emprendamos sean una certeza y también una esperanza; para que la vida de los
indefensos no siga siendo una desgracia”. El sentido de ser una red
es que “estamos juntos, nos sabemos
cercanos, empalmados, conectados, amparados y próximos”, y esto es una
responsabilidad, una formidable incumbencia”.
También recalcó que para constituir una red es indispensable tener una
concepción, saber cuáles son las banderas que nos capitanean; además de
considerar el consenso, la confianza, la independencia, la disposición del
colectivo para “mantener el río subterráneo” y siempre tener el temple para
leer el contexto.
— Un bibliotecario
que lee en las raíces
Recalcó
que “el bibliotecario no es un tramitador
de expedientes, sino aquel que asume el desafío de leer y leerse en estas raíces, en estos
paisajes, estas historias y estas utopías”. “Somos
bibliotecarios también para guarecernos y sobrecogernos y para desenmascarar y
desenmascararnos”.
— Bibliotelancias: las bibliotecas
como ambulancias
“Hoy por hoy, ponernos a leer y ser bibliotecarios nos
pone en apuros: es una de esas emergencias que requiere de todas las
“bibliotelancias”, es decir, que todas las bibliotecas se acucien como ambulancias”.
— Las
bibliotecas que siembran ganas y libertad
“En el caso de las bibliotecas, se trata entonces –como cuando se
cultiva los campos–, de sembrar las ganas de encontrarse con el libro y con la
libertad de leerlo; de abonar el deseo de develarlo y la urgencia de
compartirlo; de cosechar el ímpetu de gozarlo y el deslumbre de comprenderlo”.
— El libro
más antiguo: la tierra
“El libro
más antiguo de todos es la tierra, donde están escritos los movimientos del
tiempo y del viento, el canto de los árboles, los decires de las estrellas y
del agua. Donde están escritos los caminos de la lluvia y de las semillas, las
voces de los pájaros y de los pueblos, las montañas indomables y las tierras
cultivadas. Leer la tierra, caminarla, recorrerla y conocerla, es la mejor
manera de amarla y de aprender a respetarla”.
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