Hace algunas semanas me preguntaron qué formación he
recibido durante mi época de estudiante para ser maestra, la pregunta incluía
mi formación en los entornos virtuales.
Considerando que yo estudié para profesora en la
década de los ‘80, es de imaginarse que lo más avanzado en tecnología que tenía
a mi alcance, era la máquina de escribir que mi vecina me prestaba cuando algún
profesor nos exigía presentar los trabajos transcritos en dicho aparato.
La primera vez que me enfrenté al manejo de una
computadora fue hacia el año 1997 cuando, el primer día que llegué como
asistente de Alfredo, él me pidió colocar direcciones en unas cartas que luego
se debían imprimir. Recuerdo que le dije “Nunca he manejado una computadora”,
él me respondió: “Voy de salida, así que presta atención”, y me indicó qué
pasos debía seguir para lograr esa primera gran hazaña. Claro, cuando regresó,
las cartas estaban listas y el documento tenía como tres o cuatro copias de
seguridad. Así, Alfredo me fue enseñando algo cada día. También recuerdo una
tarde cuando no podía abrir los archivos, entonces, Rita corrió en mi auxilio y
me indicó que escribiendo “win”, la computadora mostraba todo lo que
necesitaba. Con el paso de los años, he ido aprendiendo también conforme mis
hijos han tenido paciencia para enseñarme. Durante todos estos años, no ha
faltado quien me enseñe los trucos de estos aparatos y me ayude a descubrir las
cosas que pueden hacerse con ellos, como Karina, una maestra constante y
paciente.
Y son muchas más las cosas que fui aprendiendo y
aprendo todavía con mi familia de la Red: tener cuidado en la presentación de
documentos, que siempre deben estar impecables y comprensibles, cuidar la
organización de una actividad previendo las situaciones que podrían
presentarse, leer más y mejor para nosotros mismos y para los demás; escribir
cuidando los más mínimos detalles de la escritura, pero, sobre todo, de las
ideas.
Y es que se aprende conforme el maestro. En la Red, yo
tengo varios: Alfredo, con su cariño, paciencia, insistencia y perseverancia. A
él debo también ser mejor profesora porque no desmaya en sus intentos
constantes para que los profesores lo seamos en verdad. Rita, siempre solidaria
y buscando maneras de ayudar a los niños con capacidades proyectables, a tener
una vida digna, constante y previsora. Karina, cuidando la casa y los recursos
de la Red para que duren más. Rumi, Mara, Zelma, compañeros jóvenes, llenos de
vida y entusiasmo. Nathalia, estudiosa y organizada, haciendo lo posible para
que la Red también esté al día con la documentación. Y qué decir de mis
compañeros voluntarios: el maestro José Isabel, siempre presto a apoyarme
contando cuentos a mis niños del colegio (este año no pudo ser), y todos los
demás, cada uno con su toque personal de sencillez y sabiduría.
Es increíble cuántos maestros tengo en la Red, cuánto
aprendo de ellos y cuánto más tengo todavía por aprender.
Gracias, Alfredo, por traerme hasta acá.
Lola Paredes Saldaña
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