Hoy, 24 de setiembre del 2024, a las 9:30 am en el aula de 2 “A” del nivel secundario de la I. E “Petronila Abad Carrión”, en el caserío de La Victoria, perteneciente a la provincia de Utcubamba, se llevó a cabo un paguito a la tierra, reconociendo y valorando a nuestros hermanos vivientes como el agua, las montañas, la tierrita y también a nuestros queridos difuntos.
Al mismo tiempo, reflexionamos sobre los daños que ocasionamos por la avaricia del ser humano por poseer más riquezas materiales y autodestruyéndonos; como en el caso de los incendios forestales. Un estudiante me hizo caer en cuenta de que, ya en nuestro caserío, constantemente suspenden el servicio de agua y de luz debido a la sequía y a las altas temperaturas.
También rescatamos las voces de nuestros comuneros que dicen:
«Los tiempos han cambiado; poco a poco el caudal del río Utcubamba se está disminuyendo y contaminando».
Luego, los estudiantes, emocionados, se formaron en un círculo: habían traído los elementos para esta ceremonia. Me decían:
«Profe yo traje el yonque (cañazo, aguardiente) de mi abuela», «yo traje el azúcar», «yo traje las rosas de mi jardín», «yo traje el maíz que cosecha mi papá en mi chacra», «yo traje las lentejas que tanto me gustan», «yo creo que hace falta reconocer la música», entre otros comentarios.
Fue muy hermoso ver como los estudiantes dieron la iniciativa. Extendieron una manta tejida a crochet y con bordados, iban ubicando las alforjas, pulseras y otras cosas. Su curiosidad y alegría fue fenomenal; me hizo caer en cuenta que ellos querían aprender; una estudiante me dijo:
«Profesor, ¿quién le enseñó a usted?»
Rápidamente se me vino a la mente el rostro de nuestro querido maestro Alfredo Mires Ortiz y los bellos recuerdos que tuvimos en Cajamarca. Y, de manera resumida, les comenté a mis estudiantes un poco acerca de la Red de Bibliotecas de Cajamarca y como aprendí este hermoso ritual.
Después les expliqué en qué momento pueden hacer esta ceremonia; por ejemplo, cuando están por empezar a sembrar, durante la cosecha e inclusive después de la cosecha como un agradecimiento a nuestra Pachamama por todo lo logrado. Asimismo, leímos los rezos de los tres elementos: tierra, Apus y difuntos. Luego, empecé, agarrando unas hojas de coca haciendo una bolita con la ayuda de mis manos, di tres resuellos y lo dejé dentro de las ollitas de barro. Agarré el azúcar y finalmente, en forma de lluvia, agregué el yonque.
Al final mencioné la palabra “All’imiri, all’imiri, all’imiri”. Expliqué que significaba “Está bien, está bien, está bien” y así continuamos con todos los participantes.
Finalmente culminamos con una reflexión de una estudiante rescatando lo valioso que nos enseñan nuestros mayores y que tan hermoso es valorar el conocimiento que ellos poseen. Luego, otra estudiante, de manera especial, me pidió que no enterramos nuestra ofrenda porque ella la quería enterrar en su chacra y enseñarles a sus padres lo aprendido.
Me llevo esta bonita experiencia con mis estudiantes. Hemos tenido una clase diferente, muy significativa para todos. Una clase de cosmovisión andina o cosmovivencia, como diría Alfredo.
Sé que es un reto salir de la rutina de la enseñanza, que muchos profesores nos aferramos a lo tradicional al momento de enseñar, que a veces nos vendamos los ojos y somos indiferentes ante necesidades y cambios que requiere el entorno donde laboramos.
Por eso, junto con otros dos docentes, también hemos empezado a cambiar un espacio abandonado y sucio, que era la biblioteca, y hemos sembrado plantas de tamarindo y coco en nuestro colegio.
Quiero enseñarles a mis colegas, estudiantes y amigos a aprender y desaprender muchas cosas, mostrarles que existe una clase robotizada que nos limita.
Ya estamos dando nuestros primeros pasos en este andar.
Miguel López