agosto 15, 2015

Aprender caminando

Aprovechando un lapso libre de los chicos en el colegio y la universidad, decidimos viajar a las comunidades –hacia el nor oeste de Cajamarca– para acompañar la animación a la lectura y el recojo de las tradiciones orales.
Ha sido una oportunidad extraordinaria de aprender con la naturaleza. Como familia y voluntarios a la vez de la Red, nos habíamos propuesto hacer la mayor parte de este viaje caminando, en la provincia cajamarquina de San Miguel, Cajamarca, atravesando los andes.
Desde hace años, Alfredo nos había contado sobre la belleza extraordinaria de esta zona donde se alza la cordillera y todos la queríamos conocer. La idea era, también, hacer nuestra ofrenda en el Apu Inganchaca, este mítico puente inca –en el distrito de Niepos– cuyos restos sobresalen unos quince metros desde la roca sobre un abismo de más de un kilómetro.
En el primer tramo nos tocaron combis recontra repletas, hospedajes llenos y viejos buses que parecían salidos de una guerra; la falta de agua, el sol abrasante, la basura desperdigada, los caminos imposibles...
Pero lo que queda en nuestro recuerdo es el otro lado de lo vivido: el paisaje fantástico, montañas tras montañas en sus tonos azules y celestes; el aguante de Mara y Rumi en marchas interminables con pesadas mochilas y ampollas en los pies; el enorme cariño de la gente con la que nos encontramos… Don Joel que nos proporcionó su propia habitación para hospedarnos en Agua Blanca; el caminar por los bosques nativos en los que apenas se filtra la luz del sol; el generoso almuerzo en Miravalles que nos invitó don Gilmer y su familia, a quienes recién conocíamos; los increíbles ocasos que nos hacían llorar con tanta majestuosidad; doña María que conocimos en el camino y nos acompañó toda una tarde ayudándonos cuanto podía; la amabilidad y el cariño con que nos recibió don Alcides en su casa; el agua pura en las nacientes del río Zaña corriendo sobre las rocas; la sabiduría y el respeto de la gente del campo; los bosques de bambú, los árboles de café y, obviamente, el majestuoso Apu Inganchaca…
No hay palabras para tanta bondad y tanta belleza. Y jamás alcanzarán las palabras para agradecer por esta experiencia, por estos días juntos y por este tremendo aprendizaje.
Rita Mocker

1 comentario:

Kepa Osoro Iturbe dijo...

Gracias, Rita, por esta hermosa historia de animación a la lectura, aprendizaje y conservación y respeto del patrimonio cultural comunitario.

Eres una mujer extraordinaria venida de las privilegiadas y soberbias tierras alemanas, que llevas muchos años ya desparramando tu generosidad en aquellas queridas comunidades rurales cajamarquinas, allá, en el norte peruano. Gracias por compartir con nosotros tu emoción y agradecimiento tras vuestro vivificante viaje familiar por la provincia, atravesando los Andes. Por aquellas intrincadas veredas y riscos te llevaron tus pasos con el afán de aportar tu diminuto -aunque grandioso- granito de arena a la construcción del itinerario lector de aquellas comunidades campesinas... y tanto aquellos con los que te cruzaste, como los que te seguimos desde este lado del océano, nos sentimos guiados por tu ejemplo de amor y generosidad.